Prevención de recaídas en adicciones: el rol fundamental de la familia

La recaída es una de las principales preocupaciones tanto para las personas que han superado una adicción como para sus familiares. Lejos de ser un fracaso, en muchas ocasiones, la recaída forma parte del proceso de recuperación y representa una oportunidad para identificar factores de riesgo y fortalecer recursos personales y familiares (Marlatt & Donovan, 2005). Sin embargo, su prevención es importante y requiere una intervención sostenida que contemple aspectos neurobiológicos, psicológicos y contextuales, así como un rol activo de la familia.

Conceptualización y factores implicados

Desde una perspectiva clínica, la recaída se define como la vuelta al consumo de una sustancia después de un período de abstinencia, en un contexto donde el objetivo es la sobriedad continua (Witkiewitz & Marlatt, 2004). Los factores que la desencadenan son múltiples y se pueden agrupar en:

  • Factores intrapersonales: estados emocionales negativos, falta de habilidades de afrontamiento, autoeficacia reducida, impulsividad, etc.
  • Factores interpersonales: conflictos familiares, presión social, aislamiento, etc.
  • Factores contextuales: exposición a claves asociadas al consumo, falta de estructura diaria, ambientes de riesgo, etc.

La neurociencia ha demostrado que la reactividad del sistema dopaminérgico frente a estímulos condicionados persiste durante años, lo que explica por qué incluso después de una larga abstinencia (incluso de años) puede surgir la urgencia de consumo (Koob & Volkow, 2016).

¿Cómo prevenir las recaídas?

El tratamiento de mantenimiento y la prevención de recaídas deben adaptarse a las necesidades del paciente en cada etapa. Algunas de las estrategias con mayor respaldo empírico incluyen:

1. Prevención de recaídas desde la terapia cognitivo-conductual (TCC)

Mediante este tipo de terapia, los pacientes consiguen:

  • Reestructuración cognitiva: identificación y cambio de pensamientos automáticos disfuncionales.
  • Entrenamiento en habilidades de afrontamiento: manejo del estrés, regulación emocional, comunicación asertiva.
  • Planificación de emergencias: protocolos de actuación ante riesgo de consumo.

2. Fortalecimiento de la autoeficacia y motivación

Según Bandura (1997), la percepción de autoeficacia (la creencia en la capacidad para mantener la abstinencia) es un predictor robusto de éxito en la recuperación. Las intervenciones deben fomentar logros progresivos, retroalimentación positiva y redefinición del “éxito”.

3. Seguimiento terapéutico prolongado

La continuidad en el vínculo terapéutico, aun en personas con años de recuperación, ha mostrado reducir significativamente las probabilidades de recaída (McKay, 2009). Este seguimiento puede incluir sesiones periódicas, grupos de apoyo y consultas de refuerzo.

El papel de la familia en la prevención de recaídas

La familia puede ser tanto un factor protector como un elemento de riesgo. Por ello, su formación e implicación en el proceso es fundamental. Las siguientes prácticas han demostrado ser eficaces:

  • Psicoeducación familiar: comprensión del trastorno adictivo, del fenómeno de la recaída y de sus señales de alerta (O’Farrell & Fals-Stewart, 2006).
  • Apoyo no controlador: los familiares deben promover la autonomía del paciente, evitando tanto la sobreprotección como el control excesivo.
  • Coherencia comunicacional: estilos comunicativos abiertos, sin juicios, con escucha activa y expresión de afecto.
  • Autocuidado familiar: el bienestar emocional de los cuidadores influye directamente en la dinámica relacional y en el sostenimiento del entorno terapéutico.

Conclusión

La recaída no debe ser interpretada como un fracaso, sino como una manifestación de que el proceso de cambio aún está en curso. Prevenirla implica una combinación de estrategias clínicas sostenidas, trabajo individual y, sobre todo, un entorno familiar que comprenda, apoye y actúe desde el conocimiento. La inversión en formación específica para familiares se presenta no solo como una herramienta preventiva, sino también como un camino hacia relaciones más saludables y resilientes.

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Bibliografía

Bandura, A. (1997). Self-efficacy: The exercise of control. W.H. Freeman.

Koob, G. F., & Volkow, N. D. (2016). Neurobiology of addiction: A neurocircuitry analysis. The Lancet Psychiatry, 3(8), 760–773. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(16)00104-8

Marlatt, G. A., & Donovan, D. M. (2005). Relapse prevention: Maintenance strategies in the treatment of addictive behaviors (2nd ed.). Guilford Press.

McKay, J. R. (2009). Continuing care research: What we have learned and where we are going. Journal of Substance Abuse Treatment, 36(2), 131–145. https://doi.org/10.1016/j.jsat.2008.10.004

O’Farrell, T. J., & Fals-Stewart, W. (2006). Behavioral couples therapy for alcoholism and drug abuse. Guilford Press.

Witkiewitz, K., & Marlatt, G. A. (2004). Relapse prevention for alcohol and drug problems: That was Zen, this is Tao. American Psychologist, 59(4), 224–235. https://doi.org/10.1037/0003-066X.59.4.224

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