Las adicciones representan una de las problemáticas de salud pública más complejas a nivel global. Su desarrollo no es abrupto ni uniforme, sino que transcurre a lo largo de una progresión neuroconductual que involucra cambios psicológicos, fisiológicos y sociales. Comprender esta evolución es crucial para el diagnóstico precoz, la prevención eficaz y el abordaje terapéutico integral. Diversos organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), han definido las etapas de esta evolución en tres fases: uso, abuso y adicción (OMS, 1992). Este artículo explora estas fases desde una perspectiva psicobiológica y socioeducativa.
Del uso al abuso: un camino progresivo
Uso
El uso de sustancias se refiere al consumo ocasional, aislado y sin consecuencias adversas evidentes para el individuo. Puede tener una finalidad experimental, recreativa o culturalmente aceptada. Según la OMS, este consumo no implica tolerancia ni dependencia, y no se acompaña necesariamente de problemas de salud física o mental (WHO, 1992). En esta etapa, el control sobre el consumo permanece intacto y no hay compulsión asociada.
Abuso
El abuso implica un uso continuado de la sustancia o la conducta, a pesar de las consecuencias negativas que pueda generar. En esta fase, el patrón de consumo se desvía de las normas médicas o sociales aceptadas, y empieza a generar conflictos interpersonales, problemas académicos o laborales, alteraciones en el estado de ánimo y deterioro de la funcionalidad general del individuo (American Psychiatric Association, 2013). El abuso suele caracterizarse por el aumento en la frecuencia o cantidad del consumo y por una disminución progresiva del control voluntario sobre la conducta adictiva.
Dependencia y adicción
La adicción, o dependencia, representa la etapa más grave del trastorno. Se trata de una enfermedad crónica, caracterizada por la búsqueda y el consumo compulsivo de la sustancia, pérdida de control sobre su uso y aparición de síntomas de abstinencia cuando se intenta interrumpir (Volkow et al., 2016). A nivel neurobiológico, se observan alteraciones en los circuitos de recompensa, toma de decisiones, memoria y control inhibitorio (Koob & Volkow, 2016). La OMS define la adicción como un conjunto de manifestaciones fisiológicas, cognitivas y conductuales en el que el consumo adquiere la máxima prioridad para el individuo, incluso a costa de consecuencias adversas severas.
Cambios neuropsicológicos y sociales
En el proceso adictivo se producen múltiples cambios interrelacionados. Se observa una transición del uso impulsivo al uso compulsivo, acompañada de cambios:
- Neurológicos: deterioro en la corteza prefrontal y el sistema límbico.
- Cognitivos: deterioro en la toma de decisiones, memoria y atención.
- Emocionales: mayor vulnerabilidad a la ansiedad, depresión y disforia.
- Fisiológicos: desarrollo de tolerancia y síndrome de abstinencia.
- Interpersonales y familiares: conflictos, aislamiento y pérdida de vínculos.
- Económicos, laborales y legales: desempleo, problemas judiciales y exclusión social.
Estos cambios se retroalimentan, consolidando la adicción como un trastorno biopsicosocial que requiere intervención especializada y multidisciplinaria.
Del consumo habitual a la abstinencia: un modelo de progresión
El trastorno, entonces, se desarrolla progresivamente:
- Consumo habitual: etapa donde el uso de la sustancia se vuelve parte de la rutina, aunque sin dependencia evidente.
- Tolerancia: el cuerpo se adapta a la sustancia, requiriendo mayores cantidades para obtener el mismo efecto.
- Dependencia: aparición de necesidad fisiológica y psicológica de consumir para evitar el malestar.
- Síndrome de abstinencia: conjunto de síntomas físicos y psicológicos que emergen al cesar el consumo, reforzando el ciclo adictivo (Kosten & O’Connor, 2003).
Este modelo enfatiza que el trastorno adictivo no es el resultado de una decisión puntual, sino de una evolución progresiva determinada por factores genéticos, ambientales y psicológicos.
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Conclusión
Las adicciones se desarrollan a través de un proceso gradual, en el que el uso ocasional puede escalar hacia el abuso y finalmente la adicción. Este conocimiento permite intervenir en fases tempranas y reducir el impacto negativo a nivel individual y social. El abordaje de las adicciones requiere tanto comprensión clínica, como estrategias preventivas, educativas y comunitarias que contemplen la complejidad de la adicción como enfermedad. Reconocer su evolución es el primer paso para diseñar tratamientos eficaces y políticas públicas fundamentadas en la evidencia.
Bibliografía
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
Kosten, T. R., & O’Connor, P. G. (2003). Management of drug and alcohol withdrawal. New England Journal of Medicine, 348(18), 1786–1795. https://doi.org/10.1056/NEJMra020617
Koob, G. F., & Volkow, N. D. (2016). Neurobiology of addiction: a neurocircuitry analysis. The Lancet Psychiatry, 3(8), 760-773. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(16)00104-8
Volkow, N. D., Koob, G. F., & McLellan, A. T. (2016). Neurobiologic advances from the brain disease model of addiction. New England Journal of Medicine, 374(4), 363-371. https://doi.org/10.1056/NEJMra1511480
World Health Organization. (1992). The ICD-10 classification of mental and behavioural disorders: Clinical descriptions and diagnostic guidelines. Geneva: WHO.