Adicción y emociones: cómo gestionar la impulsividad y el juicio desde el entorno familiar

La adicción, entendida como una enfermedad crónica del cerebro que afecta al sistema de recompensa, el control inhibitorio y la toma de decisiones (Volkow et al., 2016), se manifiesta muchas veces a través de conductas impulsivas, desregulación emocional y dificultades en el juicio. Para los familiares y amistades de una persona adicta, esta situación puede resultar abrumadora, especialmente cuando las reacciones del ser querido parecen erráticas, autodestructivas o incomprensibles.

Entender la relación entre adicción y emociones facilita la empatía y permite acompañar desde un lugar más efectivo, amoroso y menos reactivo, a la vez que contribuye a la prevención de recaídas.

Impulsividad en la adicción

La impulsividad se define como la tendencia a actuar de forma rápida y sin reflexión ante estímulos internos o externos, sin valorar las consecuencias (Moeller et al., 2001). En el contexto de las adicciones, esta conducta está relacionada con alteraciones funcionales en la corteza prefrontal, el área del cerebro encargada de la planificación, la inhibición de respuestas y el control emocional (Bechara, 2005).

Las personas con trastornos por uso de sustancias o adicciones comportamentales presentan dificultades para diferir la gratificación, y tienden a tomar decisiones basadas en la inmediatez, a pesar de conocer las consecuencias negativas. Esta impulsividad no es simplemente un rasgo de personalidad, sino un síntoma neuropsicológico que se agrava con el consumo continuado (Winstanley et al., 2010).

Desregulación emocional y deterioro del juicio

Además de la impulsividad, la persona adicta suele presentar una fuerte desregulación emocional: reacciones desproporcionadas, estallidos de ira, tristeza repentina, ansiedad intensa o evitación emocional. Este fenómeno está relacionado con la hiperactivación del sistema límbico, especialmente de la amígdala, y con una menor conectividad funcional entre esta y la corteza prefrontal (Koob & Volkow, 2016).

Asimismo, el juicio se ve comprometido: la persona puede minimizar riesgos, negar consecuencias, o mostrar una visión distorsionada de la realidad. Esto puede ser frustrante para los familiares, ya que muchas veces perciben estas actitudes como «excusas» o «falta de voluntad».

Sin embargo, comprender que estas reacciones forman parte del trastorno adictivo ayuda a generar una perspectiva más compasiva, y acompañar desde una posición de apoyo en lugar de confrontación.

Intervenciones basadas en la evidencia para familiares

Los programas de intervención dirigidos a familiares han demostrado ser eficaces en la mejora de la relación con la persona adicta y en la reducción del desgaste emocional (Meyers et al., 2002). De esta manera, tanto las terapias familiares como la formación en adicciones fomenta la recuperación de la persona cercana y el cuidado del entorno.

Cuidar(se) para cuidar

Es fundamental que los familiares comprendan que no pueden controlar ni curar la adicción del otro, pero sí pueden influir de manera positiva desde su propio equilibrio emocional. Buscar apoyo terapéutico, grupos de ayuda y espacios de autocuidado son estrategias muy útiles para sostener el vínculo sin perderse en él.

En Instituto Orbium hemos lanzado un nuevo curso: “Introducción a las adicciones para familiares”. A través de este curso, aprenderás aspectos básicos de las adicciones para comprender y acercarte a la psique del familiar adicto, además de evitar dinámicas disfuncionales que puedan ser dañinas para el bienestar y la comodidad de la familia.

Conclusión

La impulsividad y el juicio alterado en la adicción no son elecciones deliberadas, sino expresiones de un sistema neuropsicológico afectado. Los familiares que entienden esta realidad están mejor preparados para acompañar desde la compasión, la firmeza y la estabilidad. Intervenir sin invadir, validar sin justificar y poner límites sin castigar son habilidades que pueden aprenderse y desarrollarse. Acompañar en el proceso de recuperación también es una forma de sanarse.

Bibliografía

Bechara, A. (2005). Decision making, impulse control and loss of willpower to resist drugs: a neurocognitive perspective. Nature Neuroscience, 8(11), 1458-1463. https://doi.org/10.1038/nn1584

Koob, G. F., & Volkow, N. D. (2016). Neurobiology of addiction: a neurocircuitry analysis. The Lancet Psychiatry, 3(8), 760-773. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(16)00104-8

Meyers, R. J., Smith, J. E., & Lash, D. N. (2002). The Community Reinforcement Approach. In R. K. Hester & W. R. Miller (Eds.), Handbook of alcoholism treatment approaches: Effective alternatives (3rd ed., pp. 165–180). Allyn & Bacon.

Moeller, F. G., Barratt, E. S., Dougherty, D. M., Schmitz, J. M., & Swann, A. C. (2001). Psychiatric aspects of impulsivity. American Journal of Psychiatry, 158(11), 1783-1793. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.158.11.1783

Shenk, C. E., & Fruzzetti, A. E. (2011). The impact of validating and invalidating responses on emotional reactivity. Journal of Social and Clinical Psychology, 30(2), 163-183. https://doi.org/10.1521/jscp.2011.30.2.163

Volkow, N. D., Koob, G. F., & McLellan, A. T. (2016). Neurobiologic advances from the brain disease model of addiction. New England Journal of Medicine, 374(4), 363-371. https://doi.org/10.1056/NEJMra1511480

Waldron, H. B., & Kern-Jones, S. (2007). Engaging resistant adolescents in drug abuse treatment. In Liddle, H. A., & Rowe, C. L. (Eds.), Adolescent substance abuse: Research and clinical advances (pp. 71-90). Cambridge University Press.

Winstanley, C. A., Eagle, D. M., & Robbins, T. W. (2010). Behavioral models of impulsivity in relation to ADHD: translation between clinical and preclinical studies. Clinical Psychology Review, 30(3), 284-297. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2009.11.001

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